por María Rodríguez González-Moro
Recuerdo que la primera vez que
oí hablar sobre la mutilación genital femenina, sobre la ablación, me
impresionó. Me impresionó como las madres eran capaces de hacerle eso a sus
hijas, como podían causarle tal sufrimiento, el mismo que ellas y sus madres y
las madres de sus madres habían sufrido y no lo entendí, era más joven, más
ignorante y más idealista que en la actualidad ( no mucho más), ahora desde
luego que no lo comparto y lucho por su erradicación, pero intento entender a
las mujeres que sin acceso a la
educación, con culturas diferentes, y sometidas al hombre, vean ciertas
prácticas como naturales y necesarias para el bienestar de sus hijas. Cuando
cursé Derecho este tema no se estudiaba,
era un rito que se practicaba en otras culturas, fue posteriormente, cuando
estudié Criminología y a raíz del libro ”Amanecer en el desierto” de Waris
Dirie, donde la modelo somalí relata su vivencia, el dolor de su madre, el de
ella y su determinación de salir de ese infierno, cuando esta cuestión se
convirtió en un tema de estudio para mí.
Suele haber un desconocimiento y
unos prejuicios muy grandes sobre esta práctica y es importante conocerla para
poder prevenirla y erradicarla. La ablación femenina consiste en alterar o
dañar los órganos genitales femeninos por razones no médicas, existen varios
grados según sea la amplitud de la extirpación, el tipo I es la denominada circuncisión
sunna; el tipo II es la clitoridectomia
y el tercer tipo que es la más radical donde se cose y se deja solamente un
pequeño orificio para el paso de la orina y el flujo menstrual, se denomina infibulación, en el cuarto tipo se
incluye un amplio espectro de prácticas que se pueden adaptar a la definición.
La primera señal de ablación o
mutilación genital femenina aparece en unas momias de hace unos 4000 años,
encontradas en Egipto y desde allí esta práctica se fue extendiendo por el
continente africano, este hallazgo demuestra que la mutilación genital femenina
no es un mandato religioso, no aparece asociada a la religión, pues en esos años no existían las
religiones; en la actualidad en Egipto es practicada por los musulmanes y por
los cristianos coptos, pero ni el cristianismo hace referencia a ella en
ninguno de sus libros, ni en el Corán,
ni en los Igma, ni por las fatuas, ni en los ahadith es nombrada, aunque
tradicionalmente y por puro desconocimiento ha venido asociada al Islam. Entonces ¿cuál es la razón de esta práctica?
Aparte de la ya nombrada razón religiosa,
para muchas culturas los órganos genitales de la mujer son sucios y
antiestéticos, hay diversas tribus que piensan que en el clítoris habita un ser
maligno o que el clítoris es la parte masculina y debe extirparse; en otros
pueblos es un rito de iniciación de las niñas a la edad adulta que se suele
acompañar con fiestas y celebraciones. Lo que verdaderamente refleja esta
práctica es la desigualdad entre los sexos y una discriminación hacia la mujer
violando sus derechos, su libertad, su salud, su integridad física y yo diría
moral también. Con esta práctica se pretende controlar la sexualidad de la
mujer, la virginidad de la mujer hasta el matrimonio es un bien preciado, la
ablación garantiza la fidelidad e inhibe el deseo sexual, y en ciertas
comunidades polígamas con esto se pretende que las demandas sexuales de la
mujer no “agobien” al hombre y así poder satisfacer a todas las esposas. Esta práctica extendida por los países
africanos y de Oriente Medio también se da en algunos países de América latina
y de Asia; a pesar de todos los esfuerzos realizados desde organizaciones
gubernamentales internacionales para su erradicación no es suficiente,
UNICEF indica que más de 140 millones de
mujeres y niñas han sido sometidas a algún tipo de mutilación genital y, de
consolidarse esta tendencia, para 2030 se calcula que 86 millones más de
mujeres y niñas serán sometidas a esta praxis. Las personas encargadas de
realizar la mutilación genital femenina tradicionalmente han sido las mujeres
del pueblo, pero se está comprobando cómo existe un aumento de las ablaciones
realizadas por personal sanitario, razón por la que este año el Día
Internacional de Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital
Femenina ha lanzado un mensaje para la “Movilización
y la implicación del personal de salud para acelerar la eliminación de la mutilación
genital femenina”.
A nivel mundial se han venido
desarrollando políticas encaminadas a la erradicación de esta costumbre y
España se ha unido a esta lucha. La mutilación de los órganos genitales
femeninos está considerado como un trato inhumano y degradante y se recoge,
junto a la tortura, en las prohibiciones del artículo 3 del Convenio Europeo de Derechos Humanos; la Convención de las Naciones Unidas para la eliminación
de todas las formas de discriminación contra la mujer prevé que los estados
adopten medidas adecuadas para eliminar toda clase de discriminación contra la
mujer, incluso dictando leyes, o derogándolas. Pero todo esto no sirve para
nada ante personas que no respetan nada ni a nadie como el Estado Islámico que
entre los muchos de sus crímenes, ha
decretado que todas la mujeres entre los 11 y los 46 años de Mosul, sean sometidas a la mutilación
genital.¡¡¡Increíble!!!
En la actualidad debido a los
flujos migratorios, personas de distintos continentes y culturas se mezclan, la
multiculturalidad y el mantenimiento de la diversidad cultural no puede dejar
paso a la admisión de prácticas que vulneren los derechos humanos, en este caso de las mujeres y las niñas. En España se
detectaron casos de niñas que habían sufrido la ablación, los padres iban a sus
países en vacaciones y allí se cometía el crimen; la legislación española
sensible a esa situación introduce, mediante la Ley
Orgánica 11/2003,
de 29 de septiembre de medidas concretas en materia de seguridad ciudadana,
violencia doméstica e integración social de los extranjeros, en el Código Penal,
en el artículo 149,2, el delito de mutilación genital femenina, que se castiga
con la pena de prisión de 6 a
12 años, y si la victima fuera menor de edad la pena de inhabilitación especial para el ejercicio de
la patria potestad, si el juez así lo considera oportuno en interés de la
menor; con esta medida se intenta proteger a la victima que en la mayoría de
los casos es una menor obligada por sus padres o familiares a someterse a esta
práctica. El problema surge cuando los hechos se producen fuera del territorio
español, el principio de territorialidad de las leyes españoles impedirían su
castigo, por lo que fue necesario ampliar
su eficacia en virtud de los principios
de justicia universal, en este sentido la Ley
Orgánica del Poder
Judicial, en la reforma de 2005,
incluye en el principio de justicia universal el delito de mutilación genital
femenina y se introduce un nuevo párrafo ( g) al artículo 23 apartado 4, que
permite la persecución de los responsables de la mutilación genital femenina
que se encuentren en España, aunque se haya cometido fuera de nuestras
fronteras. Esto es muy positivo pero no está exento de dificultades para probar
la autoría, se alude en muchos casos que han sido los abuelos residentes en el
país de origen y sin permiso de los padres, aunque ya se están dando casos de
condena por esta práctica, los primeros fueron una pareja de Gambia en 2011.
No soy nada defensora de utilizar el Derecho
Penal para educar, en muchos casos es preferible unas buenas políticas públicas
de educación y de sensibilización que erradiquen ciertos comportamientos que usar el derecho penal para reprimirlos.
En esta ocasión, aunque considero que el derecho penal es un instrumento
valioso para erradicar esta práctica, y para erradicar la violencia contra la
mujer en general, hay que arbitrar otras medidas ( recuerdo que en el juicio de
los padres gambianos estos alegaban desconocimiento y sorpresa al conocer que
esta práctica era delito), medidas basadas en la educación, en destinar más
recursos a sensibilizar a la población inmigrante de los problemas que conlleva
esta costumbre, a implementar programas sociales y culturales dirigidos a la
defensa de la igualdad de los derechos humanos de las mujeres y así acabar con
las mutilaciones genitales femeninas, que no son otra cosa que una
manifestación de la violencia de género.
Debemos tener claro que la ablación, aún siendo una práctica
ancestral, no debe ser mantenida en el tiempo, es un ejemplo claro de
discriminación hacia la mujer, y de violencia de género, fiel reflejo de una
sociedad patriarcal y machista que debe desaparecer.