Por María Rodríguez González-Moro
Cuando escribo este artículo está pendiente una decisión del
Supremo respecto a si acepta un recurso de modificación de sentencia relativo a
la paternidad otorgada a un conocido presentador de televisión a quien, ya en
firme, se le adjudicó dicha paternidad toda vez que se había negado
reiteradamente a realizar las pruebas biológicas que demostrarían una cosa o la
otra. Es evidente que la persona en cuestión, el presentador, estaba en su
derecho de negarse a realizar dichas pruebas, máxime si él sabe que la duda
razonable es más que una sospecha y que los incontables amigos de la madre
demandante daban pie a una presunta multipaternidad aleatoria; lo que no está
tan claro es que por ello, por negarse, se le deba condenar eternamente a tener
un hijo que puede que no sea suyo, ya que si un hijo biológico es difícil de
llevar en la sociedad actual, un hijo fallado por un tribunal cabría la
posibilidad de que llegase a ser una auténtica pesadilla vital.
Imaginemos por un
momento que, dado su altísimo nivel de popularidad, y especialmente cuando se
ubican los hechos en el tiempo en el que pretendidamente ocurrieron, varias
mujeres hubieran dicho que sus hijos habían sido fecundados por el presentador
cuestionado, y además como prueba esgrimieran el argumento de que a esos niños
les encantaba ver la televisión, incluso que cuando salían de paseo, y veían un
friki por la calle, los pequeños le llamaban “papá” al confundirlo con los
personajes a los que el presentador solía entrevistar. ¿Estaría este hombre
obligado a hacerse pruebas de paternidad para todas ellas como el que va
cambiando de canal con el mando de la televisión? La respuesta es sí, con la
ley en la mano lo más probable es que los diferentes jueces instructores le
planteasen la obligación de hacerlas o le amenazasen, porque al final es de lo
que se trata, de una amenaza legal, con encasquetarle tantos vástagos
artificiales como madres fueran apareciendo. Bye, bye a la presunción de
inocencia.
Mientras doy vueltas con una cuchara a mi té, al que he
añadido una nube de leche, pienso que la situación actual del presentador con
paternidad judicializada viene a ser lo mismo, hay algo que puede dar una
vuelta al caso, como la cuchara, y una nube tormentosa que se cierne amenazante,
como la nube de leche. La cuchara capaz de dar la vuelta es el recurso
presentado por la hija del presentador para reabrir el caso, ya que ella es
persona perjudicada que puede ver mermados sus intereses hereditarios, e
incluso los familiares, porque no es lo mismo tener un medio hermano que no
tenerlo; por cierto, me quito el sombrero (aunque sea de lana) delante del
abogado al que se le ha ocurrido esta estrategia. La nube de leche, siguiendo
con el símil de mi té, representa la sentencia firme ya dictada, ya que los
jueces no son muy amigos de modificar lo firmado, y sobre todo si se llegaron a
dar, parece, hasta cuatro oportunidades para que el presentador demostrase que
era “inocente”. Nunca entenderé que la carga de la prueba en estos casos
dependa siempre del acusado y no del que acusa, ya que hay medios suficientes
para acusar con pruebas más allá de que sea el acusado el que tenga que ceder a
realizarse las pruebas biológicas, no olvidemos que ello conlleva también un
malestar importante que se genera en el entorno familiar del denunciado.
Me ha parecido muy interesante que, en esta especie de
último intento azorado de poner las cosas en su lugar, fuera un detective privado,
por encargo de la hija biológica del presentador, quien consiguiera el elemento
del que se extrajo el adn del niño al que se le busca padre entre tantos
posibles (creo que se trataba de un tenedor); y también me ha parecido
interesante que la parte contraria exponga ante el fiscal de menores toda
suerte de improperios, cuestionando desde el derecho a que se le haga esta
jugada a un menor de edad sin el consentimiento de la madre, hasta la ruptura
de la cadena de custodia por no tratarse de prueba forense consentida, cargando
por ello contra la interesada, hija del presentador, y contra éste mismo por
entender que se trata del instigador en la sombra.
No conozco los detalles de la sentencia por la que se
condenó al presentador a paternidad perpetua, por lo que no puedo saber
exactamente si se podrían haber evitado el paso de contratar a un detective
privado simplemente ejerciendo de padre, lo que actualmente es por ley, y
tomando él mismo la prueba biológica de su hijo legal y presuntamente
biológico. Pero, en todo caso, y ya que han recurrido a un profesional de la
investigación cuya licencia le cualifica para este tipo de operaciones,
teniendo además en consideración que la persona contratante goza de interés
legítimo en la causa, lo que cabría esperar del alto tribunal es que entienda
que hay motivo suficiente para la revisión, lo contrario sería dejar en el aire
la sensación jurídica de que una cosa es lo que parece ser y otra lo que es. De
la vida rota del menor prefiero no opinar, vendría a ser como echarle sal al
té, no habría por dónde cogerlo.