martes, 7 de febrero de 2017

Lo que parece y lo que es

Por María Rodríguez González-Moro


Cuando escribo este artículo está pendiente una decisión del Supremo respecto a si acepta un recurso de modificación de sentencia relativo a la paternidad otorgada a un conocido presentador de televisión a quien, ya en firme, se le adjudicó dicha paternidad toda vez que se había negado reiteradamente a realizar las pruebas biológicas que demostrarían una cosa o la otra. Es evidente que la persona en cuestión, el presentador, estaba en su derecho de negarse a realizar dichas pruebas, máxime si él sabe que la duda razonable es más que una sospecha y que los incontables amigos de la madre demandante daban pie a una presunta multipaternidad aleatoria; lo que no está tan claro es que por ello, por negarse, se le deba condenar eternamente a tener un hijo que puede que no sea suyo, ya que si un hijo biológico es difícil de llevar en la sociedad actual, un hijo fallado por un tribunal cabría la posibilidad de que llegase a ser una auténtica pesadilla vital.

 Imaginemos por un momento que, dado su altísimo nivel de popularidad, y especialmente cuando se ubican los hechos en el tiempo en el que pretendidamente ocurrieron, varias mujeres hubieran dicho que sus hijos habían sido fecundados por el presentador cuestionado, y además como prueba esgrimieran el argumento de que a esos niños les encantaba ver la televisión, incluso que cuando salían de paseo, y veían un friki por la calle, los pequeños le llamaban “papá” al confundirlo con los personajes a los que el presentador solía entrevistar. ¿Estaría este hombre obligado a hacerse pruebas de paternidad para todas ellas como el que va cambiando de canal con el mando de la televisión? La respuesta es sí, con la ley en la mano lo más probable es que los diferentes jueces instructores le planteasen la obligación de hacerlas o le amenazasen, porque al final es de lo que se trata, de una amenaza legal, con encasquetarle tantos vástagos artificiales como madres fueran apareciendo. Bye, bye a la presunción de inocencia.

Mientras doy vueltas con una cuchara a mi té, al que he añadido una nube de leche, pienso que la situación actual del presentador con paternidad judicializada viene a ser lo mismo, hay algo que puede dar una vuelta al caso, como la cuchara, y una nube tormentosa que se cierne amenazante, como la nube de leche. La cuchara capaz de dar la vuelta es el recurso presentado por la hija del presentador para reabrir el caso, ya que ella es persona perjudicada que puede ver mermados sus intereses hereditarios, e incluso los familiares, porque no es lo mismo tener un medio hermano que no tenerlo; por cierto, me quito el sombrero (aunque sea de lana) delante del abogado al que se le ha ocurrido esta estrategia. La nube de leche, siguiendo con el símil de mi té, representa la sentencia firme ya dictada, ya que los jueces no son muy amigos de modificar lo firmado, y sobre todo si se llegaron a dar, parece, hasta cuatro oportunidades para que el presentador demostrase que era “inocente”. Nunca entenderé que la carga de la prueba en estos casos dependa siempre del acusado y no del que acusa, ya que hay medios suficientes para acusar con pruebas más allá de que sea el acusado el que tenga que ceder a realizarse las pruebas biológicas, no olvidemos que ello conlleva también un malestar importante que se genera en el entorno familiar del denunciado.

Me ha parecido muy interesante que, en esta especie de último intento azorado de poner las cosas en su lugar, fuera un detective privado, por encargo de la hija biológica del presentador, quien consiguiera el elemento del que se extrajo el adn del niño al que se le busca padre entre tantos posibles (creo que se trataba de un tenedor); y también me ha parecido interesante que la parte contraria exponga ante el fiscal de menores toda suerte de improperios, cuestionando desde el derecho a que se le haga esta jugada a un menor de edad sin el consentimiento de la madre, hasta la ruptura de la cadena de custodia por no tratarse de prueba forense consentida, cargando por ello contra la interesada, hija del presentador, y contra éste mismo por entender que se trata del instigador en la sombra.


No conozco los detalles de la sentencia por la que se condenó al presentador a paternidad perpetua, por lo que no puedo saber exactamente si se podrían haber evitado el paso de contratar a un detective privado simplemente ejerciendo de padre, lo que actualmente es por ley, y tomando él mismo la prueba biológica de su hijo legal y presuntamente biológico. Pero, en todo caso, y ya que han recurrido a un profesional de la investigación cuya licencia le cualifica para este tipo de operaciones, teniendo además en consideración que la persona contratante goza de interés legítimo en la causa, lo que cabría esperar del alto tribunal es que entienda que hay motivo suficiente para la revisión, lo contrario sería dejar en el aire la sensación jurídica de que una cosa es lo que parece ser y otra lo que es. De la vida rota del menor prefiero no opinar, vendría a ser como echarle sal al té, no habría por dónde cogerlo.   

1 comentario:

  1. La verdad María, que está muy bien nombrada esa paternidad; Condenado a paternidad perpetua. No puedo estar más de acuerdo contigo. Ahora, a la luz de este tipo de casos, es cuando uno ve la importancia que cierta profesora (lo escribo con una sonrisa dibujada en mi cara) le daba a la cadena de custodia. Esperemos que el trabajo del compañero, tenga la valoración que se merece.
    Un placer leerte María.

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