jueves, 28 de diciembre de 2017

Muero y vuelvo

Por María Rodríguez González-Moro

  Una de mis rarezas, convertida en pasatiempo, es pasearme por las librerías- antes físicas, ahora también virtuales- buscando libros con títulos que me sorprendan  por su originalidad y que hagan volar mi imaginación pensando en lo que me aguarda si decido perderme entre sus páginas; he de reconocer que muchas veces ese libro me ha defraudado y en otras, las mas, he descubierto autores a los que he seguido durante años.

Cuando cayó en mis manos Muero y Vuelvo de Rafael Guerrero, estuve dándole vueltas a ese título tan contradictorio como sugerente, morir y volver, me preguntaba si el escritor no se había confundido a la hora de usar las conjunciones y en vez de usar la conjunción copulativa “y”, quería usar la disyuntiva “o”. Muero o vuelvo, ese título tendría más sentido para una novela de detectives donde ante un caso difícil el protagonista debe optar entre morir o volver a su guarida. A tal punto llegó mi paranoia que miraba la portada, dejaba el ejemplar en la mesa, no quería abrirlo, ni leer la contraportada (otra rareza de las mías, leo la contraportada una vez terminada la lectura para así llegar  virgen y sorprenderme). En ese momento decidí agarrar el toro por los cuernos y beber un té  frente a la chimenea para reencontrarme con el detective Guerrero.

En Muero y Vuelvo, nuestro detective de cabecera se enfrenta en las primeras páginas a un fracaso profesional en Túnez, cazado por la policía y amenazado con pasar los años de la niña bonita en prisión, vuelve a Madrid cabizbajo. Decide volar a Hungría a curar sus heridas con una buena compañía y allí le espera un nuevo fracaso ¿Dos fracasos nuestro Guerrero? ¿Quemado en un servicio y abandonado en la vida sentimental? ¿Es esta la muerte a la que se refiere el titulo? ¿Estos fracasos le harán replantearse la vida detectivesca y la sentimental? Tan solo nos queda como el mismo dice “Esperar, esperar y esperar. Y fumar”.

 Un té no va a ser suficiente, se hace necesario abrir una botella de vino Infiltrado para seguir con mi lectura.

Un fracaso profesional, una sorpresa sin destinataria, un ramo de flores en la basura, desarman al detective y a la persona, y dejan a Guerrero desnudo, un Guerrero sin armadura, un Guerrero confuso y perdido, tal y como él mismo reflexiona “la vida no es como debería ser ni como queremos que sea, es como es”. Pero la vida no está para quedarse lamiéndose las heridas y un nuevo caso reclama la atención del detective, un caso que le obliga a alejarse de España destino Brasil. Río de Janeiro, una ciudad llena de contradicciones, un destino hecho a la medida de la confusión mental y sentimental que sacude a nuestro protagonista. Sexo y alcohol a ritmo de samba marcan los primeros pasos de Guerrero por la ciudad carioca. Una azafata, un recepcionista de hotel y un detective brasileiro intentan devolverlo a la vida, sacudir su yo más profesional, y el tabaco, siempre malo para la salud, compañero inseparable del protagonista, será el pistoletazo de salida del agujero profundo en el que va cayendo sin apenas darse cuenta.

Un encuentro que no por inesperado es menos esperado, una regresión a la infancia y un sueño, despiertan su olfato detectivesco, la intuición del detective “viejo” comienza a sacar la cabeza entre tanta confusión y mezcla de sentimientos, nuestro Guerrero comienza a montar su armadura, el combate va a comenzar y esta vez será a vida o muerte, sin retorno, y el detective debe elegir.

Elegir, la vida es una constante elección, elegir la puerta verde o la puerta azul, una decisión que marcará el resto de la vida, del transcurrir de los acontecimientos, una elección que no tiene vuelta  atrás, y guerrero elige, como Rafa o como Guerrero. Yo tengo clara la decisión que va a tomar ¿me defraudará?

Es en las últimas páginas del relato cuando el titulo adquiere significado, Rafael Guerrero debe morir para resurgir de entre las cenizas cual Ave Fénix.

Cierro el libro y reflexiono sobre lo que acabo de leer (esta es otra de mis rarezas), paseo con el libro abrazado con una mano y la copa de vino en la otra, bebo, pienso…esto no ha terminado, en mi maleta sigue la otra novela de Rafael Guerrero el escritor, su titulo no me deja indiferente: Ultimátum. Después de Muero y Vuelvo el escritor nos amenaza con un ultimátum tal vez dirigido a nosotros, sus lectores. ¿O va dirigido a su alter ego, el detective privado Rafael Guerrero, el detective novelesco? Pero eso ya es otra historia, una novela que tal vez deba leer saboreando un gin tonic, pues me parece que un té y un vino no van a ser suficientes.

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